Comunión Espiritual

“Anuncialo y deja que se anuncie al mundo entero,
que no pongo límite, ni medida, a Mis dones de gracia,
para los que los buscan en mi corazón"

Nuestro Señor Jesucristo a Santa Margarita María Alacoque




Quien ama sinceramente a Jesucristo, no se contentará con recibirlo diariamente en la Santísima Eucaristía. A menudo, durante el día, sentirá la necesidad de unirse de nuevo al Esposo divino en un acto de amor. Esto es lo que se conoce como Comunión Espiritual.

Es un acto natural y espontáneo para un verdadero amante de Jesús. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos”, nos ha dicho Jesús.
El que permanece en mí y yo en él, da mucho fruto… como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí” (cf. Jn 15, 4).

Dado que la vida sobrenatural fluye a nuestras almas desde Jesús, debemos mantener nuestra unión con Él, incluso cuando Él no está sacramentalmente presente.
Es cierto que la gracia divina permanece en nosotros, mientras no caigamos en pecado mortal, pero se debilita bajo la influencia de las atr
acciones y tentaciones mundanas. Es necesario reavivar la gracia que está en nosotros, cuando sentimos que se desvanece.

A este fin es muy útil la Comunión Espiritual, porque es un deseo ardiente de recibir a Jesús en el Santísimo Sacramento (Summa Theologiae, III, q 8, a 1 ad 3) y, una efusión de amor, en la que suplicamos a Jesús que venga y tome completa posesión de nuestros corazones.

Esta práctica fue recomendada por el Concilio de Trento (Sesión XIII, cap. 8) y fue usada frecuentemente por los Santos para mantener vivo el fuego de la caridad divina en sus almas y para protegerse de los embates del mundo, la carne y el diablo.

Si actuamos de la misma manera, Jesús estará siempre dentro de nosotros y nosotros estaremos siempre en Jesús.
Si Dios vive en nosotros, ¿quién nos puede hacer daño? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31).

Jesús, no solo desea venir a nosotros, sino que desea permanecer continuamente presente en nosotros con su amor y gracia. “Si alguien me ama, mi palabra guardará”, nos dice, “y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada con él” (Jn 14,23).

Es suficiente que lo amemos y estemos listos para guardar Sus mandamientos. Tal acto de amor sincero y eficaz a Jesús, hará que Él entre y permanezca en nuestros corazones, incluso después de que se hayan consumido las especies sacramentales. Esta es la Comunión Espiritual, que consiste principalmente en el anhelo de Jesús.

Fuego he venido a echar sobre la tierra y qué quiero sino que se encienda” (Lc 12,49)

Santo Tomás de Aquino llama a la Eucaristía “el Sacramento del Amor” (Opus 38:25).
Cuando el amor es ardiente y sincero, anhela el contacto constante con la persona amada.
La Comunión Espiritual se puede hacer en un solo instante, pues sólo requiere un Acto de Fe y un Acto de Amor. Jesús, ven a mi corazón, porque te necesito.
Te amo, mi Jesús, mantenme cerca de Ti siempre.
Aspiración: ¡Oh Jesús, me aferro a Ti, con todo mi corazón!
Antonio Cardenal Bacci


“Ayudar de corazón”

Cuando de alguien se dice, “es una buena persona”, así simplemente, se la está calificando con la nota más excelente: la bondad. Ser bueno es ser de nobles sentimientos, honrado, respetuoso con todos, amable, generoso. La bondad sintetiza aspectos muy valiosos de la personalidad, que generan en los demás, atracción y simpatía.

Centrados en los problemas del día, pocas veces miramos a nuestro alrededor. Y cómo cambiaría el mundo si cada uno se alejara un momento de sí mismo, para ayudar a los demás. Cuántos hay en el círculo de tus relaciones que hoy necesitan tu palabra, tu sonrisa, tu abrazo o sólo tu compañía. Cuánto ayuda la gracia del buen humor al corazón abatido, la palabra serena al irritado, la dulzura de una voz amable al que yace en el abismo de la desesperación. No hay mayor felicidad que no pasar en vano por la vida de otra persona. Que fuimos para alguien una brisa refrescante, una palabra que lo reanimó, un hombro en donde pudo apoyarse, una mano extendida que lo rescató de las tinieblas

Qué nobleza de alma tiene quien descubre y subraya en los demás lo que los honra. Ojalá tú también te especialices en rescatar en los otros ese lado bueno, simpático, agradable que todos tenemos. Es un aspecto del amor a nuestros semejantes. Es una expresión de la norma de oro: “Haz a tu prójimo lo que te gustaría que te hagan a ti”.
(P. Natalio)

Oh Dios, que hiciste gloriosa a tantos santos por su notable caridad hacia los pobres; concede, por su intercesión y ejemplo, que tu caridad crezca continuamente en nuestros corazones.
Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén



“” Antonio Cardenal Bacci