SERVIR, Servir y servir a los demás

¿Alguna vez te has sentido como que ya te han servido lo suficiente? ¡Yo no! Durante años, yo me sentía deprimida en mi cumpleaños y en el Día de las Madres, porque éstos eran los días que yo suponía que tenía que ser atendida por los demás y sin embargo yo era la que acababa lavando los platos o haciendo alguna otra tarea que servía a los demás. Aunque mi familia me tratara dulcemente para hacer esos días especiales, no sentía que ellos me atendían lo suficiente.

En un año, yo empecé una nueva tradición para celebrar lo especial en mí como una persona y como una madre. Decidí que en cualquier día cuando el enfoque está en mí -- o debe estar en mí - lo vivo realmente como cualquier otro día. Dios me bendijo con vida y talentos para servir a los demás, y si quizás recibí el trato especial de los demás, es un extra. No es nada más que un regalo adicional de Dios, que viene a mí por medio de quien Dios escogió en ese momento, como cualquier otro día del año.

¿Y sabes qué? ¡Esto hace que todos los días valgan la pena celebrarlos!

Cuando los demás nos hacen sentir especial, ¡Ho!, que tan pronto se desaparece ese sentimiento, ¿verdad? 

Somos verdaderamente más felices cuando utilizamos nuestros regalos y tiempo en maneras que hacen una diferencia en las vidas de los demás. Eso es porque somos hechos especiales por nuestra combinación única de regalos, talentos y rasgos de personalidad. Es algo tan especial que no los tiene igual nadie más.
Nadie hará o tendrá jamás lo que te hace a ti ser quien eres. Sin embargo, la única manera de experimentar esto tan especial es utilizar tu singularidad de la manera que Dios te diseñó para utilizarla -- y eso significa en servicio a los demás,-- lo cual glorifica a Dios y ayuda a su reino.

De otra manera, somos como un niño que obtiene una enorme canasta de chocolates para la Pascua y él trata de disfrutar de todo esto tan delicioso en un día, sin compartirlo. Pronto, él se enferma. ¿Dónde está la diversión en eso?
Es por esto que Jesús nos dice en el pasaje del Evangelio de hoy que la persona más grande es la que sirve a todos los demás.

Servir a los demás no nos hace vernos mejor en los ojos de Dios - de ahí NO es de donde proviene nuestra grandeza. Para Dios, nosotros ya somos grandes, simplemente porque él nos hizo a cada uno tan únicos, tan especiales. Nuestra grandeza -nuestra bondad innata puesta a buen uso- sucede cuando hacemos una buena diferencia en el mundo.

Nosotros sólo podemos hacer una diferencia, utilizando nuestros talentos para servir a los demás. ¿Si llegaras a morirte esta noche, qué dirían las personas acerca de ti en tu funeral? Entre más actos de buena caridad hayas hecho para los demás, mas serás exaltado en tu despedida de este mundo -- y en el reino de los cielos.

Reflexión de la Buena Nueva
Miércoles de la Segunda Semana de Cuaresma
27 de febrero, 2013


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html
© 2013 por Terry A. Modica
 




Las Bendiciones


"Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).

Bendíganse en todo momento, al despedirse, al acostarse, al saludarse...

Vale la pena recuperar la bendición en la familia. "Que Dios te bendiga, hija. Que Dios te bendiga, hijo", Que Dios te bendiga mi nieta querida, Que Dios te  bendiga Yerno, y mi Esposo adorado, que Dios te bendiga.     Juntos, como familia,   celebrar los dones que Dios nos da cada día. Bendecir los alimentos, bendecir la casa, bendecir el trabajo, es rogar juntos para que, todo lo bueno que Él nos da, nos fortalezca y nos haga vivir como hijos e hijas suyos.
 

"Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).

"Dijo el Señor a Abram: Yo haré de ti una nación grande y te bendeciré. A Saray, tu mujer, yo la bendeciré y de ella suscitaré naciones" (Cfr. Gén 12,1-2; 17,15-16)

 
Lecturas del Día:

 
Jeremías 18:18-20
Salmo 31:5-6, 14-16
Mateo 20:17-28